"Mayorga es un verdadero ensayista que se posiciona con libertad ante los temas, sin condicionamientos ideológicos ni políticos" El Cultural
"Mayorga es un verdadero ensayista que se posiciona con libertad ante los temas, sin condicionamientos ideológicos ni políticos" El Cultural
El ensayo literario, que tiene entre nosotros un arraigo leve, permite a quienes lo practican expresar lo que piensan, sienten, basado en argumentos sólidos, si bien no fijos. El autor de un ensayo literario dice lo mejor que sabe sobre una cuestión, sin dar por zanjado el asunto. Sólo las culturas intelectualmente fuertes y abiertas aguantan esta levedad del género que ve posible mejorar el modo de entender la realidad, cambiar, y construir sobre los principios ciertos que poseemos, como la fuerza moral. Juan Mayorga (Madrid, 1965) es un verdadero ensayista además de un destacado autor teatral. Este libro contieneensayos que enganchan, nos llevan en volandas, y apenas sentimos que pasan las páginas. Y termina por convencer al lector de su verdad, caso del impresionante (y necesario para quien desee saber qué es el género dramático) “Razón del teatro”. Allí se explica qué entendemos por drama con la sencillez de un conocedor privilegiado del tema: “El teatro es el arte de la reunión y la imaginación. Lo único que le es imprescindible es el pacto que el actor ha de establecer con su espectador […] fingir que es otro ante una audiencia que finge creerle” (pág. 87).
Pero la levedad del ensayo tiene acero, como el burrito Platero de Juan Ramón Jiménez, sabe decir las verdades una y mil veces, las que sean necesarias, para que recordemos dónde hemos estado y no queremos volver, como en la Alemania nazi, y a Auschwitz. Varios ensayos, y ejemplos de los mejores dramaturgos del presente y del pasado, de Calderón a Harold Pinter, nos guiarán por ese camino crítico. Debemos a toda costa evitar que se repita el genocidio y también las zonas grises, según las denominó Primo Levi. Como el encargo de los nazis a líderes judíos de disponer a quienes iban a entrar a los crematorios. La mayor violencia cometida por los alemanes, el implicar al hombre a vivir en ese abismo donde desaparecen las resistencias físicas y éticas del ser humano. Igualmente, debemos, como ficcionalizó Mijail Bulgákov,huir de los extremos del político que ofrece un mítico futuro donde el hombre bueno triunfará sobre el malo. Ambos extremos resultan nefastos. Debemos saber mirar vinculando la imagen de la realidad con la imagen de la misma subyacente, en la sombra. La fuerza de estos ensayos proviene de una fuerte convicción autorial de que el diálogo crítico, el presentar argumentos a favor o en contra de un tema crea una “comunidad”, “un tejido de conciencia y experiencia” (pág. 28).
Una breve pieza, titulada “Los curas de Laramie” da la medida de cuanto esto significa. Un hombre de veintiún años fue apaleado por otros jóvenes en Laramie, Wyoming, en 1998, por ser homosexual. Al poco, una compañía teatral, Tectonic Theater Project, montó un espectáculo que permitió a los ciudadanos descubrir que ellos también habían tenido pensamientos homófobos, y que las diversas iglesias de Laramie eran las que los trasmitieron.
Y, en cierta manera, esas iglesias habían participado en el acoso de la víctima (pág. 265). Tras matanzas como la que ocurrió en Orlando, no puedo menos que reivindicar las razones de estos ensayos, en los que destaca cómo pueden servir para crear conciencias, entender nuestros propios prejuicios y experiencias.
También conocemos en el libro a Mayorga el hombre, el que de niño aprendió del lenguaje y la literatura oyendo a su padre leer en voz alta (pág. 295), quien descubrió qué era el teatro viendo a un compañero de campamento de verano imitar a Charlot (pág. 299). Y vemos cómo el hombre hecho ya escritor se sitúa en una posición de libertad ante los temas, sin condicionamientos ideológicos ni políticos, cuestionando en todo momento sus posiciones intelectuales.
Por ello es interesante que el libro incluya un debate con el también crítico literario Ignacio Echevarría. Una conversación que manifiesta maneras de pensar diversas, aunque ambos compartan referentes culturales comunes. Echevarría opina que toda conversación será fructífera si tiene lugar entre iguales, mientras que Mayorga argumenta que el contraste de razones entre dos interlocutores quizás permita descubrir otras nuevas, crear comunidad. El pesimismo crítico continental se enfrenta así al pensamiento tocado por el optimismo anglosajón.