«‘Derivas’, de Kate Zambreno: el embarazo como metamorfosis». Por Marta Sanz

05.11.2023

«‘Derivas’, de Kate Zambreno: el embarazo como metamorfosis». Por Marta Sanz

Publicado en BABELIA (EL PAÍS), por Marta Sanz

 

‘Derivas’, de Kate Zambreno: el embarazo como metamorfosis

 

A través de la cotidianidad de una mujer, el libro da cuenta de una transformación personal que discurre paralela a la de la cultura de las últimas décadasA través de la cotidianidad de una mujer, el libro da cuenta de una transformación personal que discurre paralela a la de la cultura de las últimas décadas

 

 

Este es un libro aparentemente sencillo que encierra una complejidad extraordinaria. Y una belleza y atrevimiento igual de extraordinarios porque, a través del relato cotidiano de una mujer que lee, escribe, da clases, menstrua, se masturba, viaja en metro, se obsesiona con los gatos callejeros, dialoga con su perrito Genet, mantiene correspondencia con otras amigas escritoras, aspira simultáneamente a estar y a desaparecer, se hace selfis y toma otro tipo de fotografías, vive en pareja, se queda embarazada, se preocupa por el dinero, se angustia, a través de todas esas cosas pequeñas y de la discutible inmovilidad que caracteriza la escritura aparentemente intimista, está dando cuenta de una metamorfosis personal, pero también de una transformación cultural de primer orden que estamos viviendo desde hace ya algunas décadas.

Kate Zambreno relata el proceso de reformulación del canon y la experiencia literaria desde la mirada paradójica de una escritora que no puede renunciar a sus viejos ermitaños: Rilke, Walser, Kafka, la sistemática negativa a las exigencias del éxito del Bartleby de Melville —también se cita a nuestro Vila-Matas—. Zambreno no renuncia y trata de comprender hasta el fondo, porque sabe que esos referentes forman parte de su cuerpo y se indigna cuando la obligan a ser solo —o ni más ni menos— una mujer que mira en exclusiva a otras mujeres; sin embargo, el embarazo hace que el cuerpo cobre otro tipo de protagonismo: se impone y la lleva a un acercamiento natural a otras mujeres dedicadas a la literatura y al arte: Sontag, Arbus, Chantal Ackerman, Lispector, Ingeborg Bachmann.

Tanto en la experiencia intelectual, como en la experiencia física de la gestación, el cuerpo siempre ocupa el centro, pero con el embarazo se acentúa la conciencia de una precariedad que nos habla de la discriminación estructural de las mujeres en el trabajo, en la escritura, en la escritura como trabajo y en los oficios periféricos de supervivencia que surgen al lado y se superponen a la pulsión de escribir; con el embarazo, la realidad política cristaliza en violencia directa contra su barriga de mujer gestante que, al reivindicar su espacio en el metro, nota un codazo y escucha la advertencia de un hombre: “Si tú me das un golpe, te lo devuelvo”. Hombres que se sienten amenazados por mujeres que solo buscan defender un lugar. La posibilidad de una victoria de Trump lo enturbia todo y, si lo personal en este maravilloso texto se vuelve político, también lo político afecta de manera directa a lo personal. Derivas. En la vida.

Este es un libro aparentemente sencillo que encierra una complejidad extraordinaria. Y una belleza y atrevimiento igual de extraordinarios porque, a través del relato cotidiano de una mujer que lee, escribe, da clases, menstrua, se masturba, viaja en metro, se obsesiona con los gatos callejeros, dialoga con su perrito Genet, mantiene correspondencia con otras amigas escritoras, aspira simultáneamente a estar y a desaparecer, se hace selfis y toma otro tipo de fotografías, vive en pareja, se queda embarazada, se preocupa por el dinero, se angustia, a través de todas esas cosas pequeñas y de la discutible inmovilidad que caracteriza la escritura aparentemente intimista, está dando cuenta de una metamorfosis personal, pero también de una transformación cultural de primer orden que estamos viviendo desde hace ya algunas décadas.

Kate Zambreno relata el proceso de reformulación del canon y la experiencia literaria desde la mirada paradójica de una escritora que no puede renunciar a sus viejos ermitaños: Rilke, Walser, Kafka, la sistemática negativa a las exigencias del éxito del Bartleby de Melville —también se cita a nuestro Vila-Matas—. Zambreno no renuncia y trata de comprender hasta el fondo, porque sabe que esos referentes forman parte de su cuerpo y se indigna cuando la obligan a ser solo —o ni más ni menos— una mujer que mira en exclusiva a otras mujeres; sin embargo, el embarazo hace que el cuerpo cobre otro tipo de protagonismo: se impone y la lleva a un acercamiento natural a otras mujeres dedicadas a la literatura y al arte: Sontag, Arbus, Chantal Ackerman, Lispector, Ingeborg Bachmann.

Tanto en la experiencia intelectual, como en la experiencia física de la gestación, el cuerpo siempre ocupa el centro, pero con el embarazo se acentúa la conciencia de una precariedad que nos habla de la discriminación estructural de las mujeres en el trabajo, en la escritura, en la escritura como trabajo y en los oficios periféricos de supervivencia que surgen al lado y se superponen a la pulsión de escribir; con el embarazo, la realidad política cristaliza en violencia directa contra su barriga de mujer gestante que, al reivindicar su espacio en el metro, nota un codazo y escucha la advertencia de un hombre: “Si tú me das un golpe, te lo devuelvo”. Hombres que se sienten amenazados por mujeres que solo buscan defender un lugar. La posibilidad de una victoria de Trump lo enturbia todo y, si lo personal en este maravilloso texto se vuelve político, también lo político afecta de manera directa a lo personal. Derivas. En la vida.

También en la decantación del canon —la decantación es violencia— se producen derivas y aprendizajes; quizá el más importante es el de que nadie se libra de las geografías de su escritura —raza, género, clase— por mucho que se aspire a la desaparición y precisamente todo lo que nos distrae de una escritura, pretendidamente despojada —”Derivas es mi fantasía de escribir un libro sobre nada”—, forma la médula de la escritura misma: “Lo que impide que un libro se escriba se convierte en el propio libro”, escribe Zambreno parafraseando a Camus quien, a su vez, parafrasea a Marco Aurelio. La autora proyecta su conciencia de clase, sus orígenes en una familia reaganiana de clase media-baja, para mostrar el valor de la cultura como cultivo: en ese crecimiento es permeable a todas las fuentes de las que se pueda nutrir, ajena a los complejos de época y a los prejuicios que a veces nos definen como lectoras alegremente sectarias.

Para disfrutar de los viejos ermitaños contamos con un sentido crítico que, poco a poco, hace que la escritora empiece a ver la vida y la obra de Rilke como una anomalía: su negación de los vínculos familiares coadyuva a una concepción sagrada de una literatura, sin periferias ni máculas, que muta hacia algo religioso; en la hipótesis rilkeana, el dinero o los olores, hiperestésicamente punzantes durante el embarazo, infectan la trascendencia de la literatura. Por el camino de formación de esta gran pieza literaria, se va desgranando una teoría sobre la mirada: frente al lugar común de que la escritura propicia un tipo de mirada más penetrante, se opone la idea de que la mirada literaria desenfoca lo real; la escritura se plantea como continua mise en abyme —Zambreno mira a una madre y a una hija que miran a una gata—; y aprender a ver es aprender a captar analogías, duplicidades, simultaneidades, presentimientos: la piedad improductiva por los animales como premonición del embarazo; la apelación recurrente a las fantasmagorías de Vértigo; la escritora lee sobre humores y melancolía mientras su padre desarrolla un cáncer hepático del que murió su hermano gemelo; la escritora lee sincronizada con su amiga Sofía Amberes de Roberto Bolaño; las écfrasis de las fotos de infancia de Rilke, el gran fantasma del relato, constituyen otra bellísima forma de duplicación.

Igual que el nexo entre literatura y vida, escritura y cuerpo, que nos ofrece una inteligentísima aproximación subterránea, no académica, hacia los conceptos de autoficción y autobiografía. “Intento seguir las conexiones”, escribe Zambreno y lo hace sin caer en el culturalismo ni en la pretenciosidad minimalista, en ese irritante lirismo de lo ínfimo que a menudo solo es vacío. La escritora ensarta sus fragmentos en el hilo coherente y poderoso de la dispersión y la fragilidad —las cosas rotas en la literatura suelen responder a un plan— y consigue entregarnos el perfecto boceto de la transformación del cuerpo y del campo cultural. Nos transmite la complejidad intrínseca, corporal e histórica, textual y contextual, de ser una mujer que escribe más allá de los tópicos o de la corrección política de titular publicitario que suele servir para demonizar a las mujeres. “Nunca he leído páginas más verdaderas sobre el embarazo”, comenta Ernaux de Derivas. Yo, que nunca he estado embarazada, tomo nota y pienso que, en vista de mi gozosa lectura de Derivas, lo que dice Ernaux es verdad.