De la novela al escenario: Vladimir Nabokov respira, siempre, la más alta literatura.

28.11.2020

De la novela al escenario: Vladimir Nabokov respira, siempre, la más alta literatura.

Publicado en CULTURA|S - LA VANGUARDIA

Vladimir Nabokov y Edith Wharton, brillantes narradores cuyo dominio del género teatral nos llega ahora en sendas obras

 

 

La dramaturgia tiene sus propias reglas de juego. Pero grandes narradores, que han pasado a la historia de la literatura con novelas como Lolita (1955) o La edad de la inocencia (1920), se han interesado por el género teatral. Es el caso de Vladimir Nabokov o Edith Wharton, de quienes ahora aparecen publicadas, respectivamente, Tragedia del señor Morn y La sombra de la duda, dos obras de gran precisión e intensidad dramática.

El texto de Nabokov es de una complejidad impresionante para alguien que, con tan solo 24 años, decide escribir en ruso un drama, compuesto en verso blanco y pentámetro yámbico, que dialogue directamente con Shakespeare. La obra, redactada mayoritariamente en Praga, bajo el pseudónimo de Sirin, nunca fue publicada en vida del autor. En una carta a su familia, reconoce que el proceso de escritura le ha dejado exhausto. Se siente “como una casa de la que, con un sordo rumor, se llevan un enorme piano”. Tragedia del señor Morn no verá la luz hasta 1997, cuando Nabokov lleva veinte años muerto, editada en la revista Zvezdá, al cuidado de Serena Vitale y Ellendea Proffer.

La aparición de The shadow of a doubt es aún más rocambolesca. No es hasta el verano del 2017 cuando las profesoras Laura Rattray y Mary Chinery descubren el manuscrito, inédito hasta entonces, en el centro Harry Ransom de la Universidad de Texas. Si Nabokov había escrito cuatro obras breves para teatro, todas bajo la sombra de los dramas en verso de Pushkin, La sombra de la duda es la única pieza íntegra concebida para ser llevada a escena que se conserva de Edith Wharton. Pero no era su primera incursión en la dramaturgia.

En 1901 estuvo a punto de estrenar su adaptación de Manon Lescaut, de Prévost, en Nueva York. También inició la escritura de The man of genius, una historia cómica, y una obra titulada The tightrope, de la que únicamente conocemos el título. Luego llegarían sus célebres reportajes bélicos, realizados en primera línea de batalla durante la Gran Guerra, y novelas como La casa de la alegría (1905) o Las costumbres nacionales (1913), hasta convertirse en la primera mujer que obtenía un premio Pulitzer.

Tragedia del señor Morn está divida en cinco actos, donde un monarca, batido en duelo con un marido al que ha arrebatado el amor de su esposa, decide abdicar para no pagar con su vida el agravio causado. Desde el exilio, sufre la traición de su amante, Midia, sigue de lejos la rebelión de su pueblo, y vuelve a ejercer la corona, para acabar suicidándose, aislado y preguntándose, una y otra vez, por el sentido de la felicidad.

El texto está lleno de guiños metateatrales. Mientras la hija del jefe de los insurrectos, llamada Ella, estudia interpretación, su principal enemigo aparece en una de sus fiestas disfrazado de Otelo. Ese juego de equívocos, de claroscuros y citas, va tejiendo una obra con múltiples dimensiones, y que dibuja bellas metáforas, donde la nieve es “fría es como el beso de un fantasma” y, a su vez, “ardiente como lágrimas en las pestañas”. Nabokov se opone al fatalismo de Shakespeare, pero el paso del tiempo resulta un arma indestructible. “Como jorobados las horas marchan”, dice uno de los personajes.

También en La sombra de la duda encontramos las principales obsesiones de Edith Wharton. John Derwent se ha casado con Kate Tredennis, una enfermera de una clase social inferior a la suya, y quien cuidó, durante las últimas horas de vida, a su mujer fallecida, Agnes, víctima de un terrible accidente. Todo marcha perfectamente hasta que la sociedad puritana despliega sus suspicacias sobre la joven. Un doctor que asistió a la difunta –y a la que Kate trató de ayudar para que no sufriera– trata de extorsionarla. El padre de la víctima, Lord Osterleigh, investiga todos sus movimientos. Necesita apartarla del núcleo familiar. El derecho a la eutanasia y el difícil papel de la mujer son temas que aparecen en los tres actos de esta obra de teatro, y en muchos otros textos de la autora. No se trata, únicamente, del germen de su universo literario. Es parte de su corpus artístico.

Nabokov y Wharton muestran, así, que la narrativa y la dramaturgia son dos idiomas diferentes, pero que beben de una misma raíz común: la construcción de personajes, con sus contradicciones y sus conflictos, y de una textualidad que respira, siempre, la más alta literatura.

 

Vladimir Nabokov

 

‘Tragedia del señor Morn’

Edith Wharton

 

‘La sombra de la duda’