La irónica vida interior de un hombre torturado. Los sueños de Graham Greene en El Periódico
La irónica vida interior de un hombre torturado. Los sueños de Graham Greene en El Periódico
Graham Greene (1904-1991) tenía 17 años cuando decidió poner fin a su vida. Lo contó muchos años después en sus memorias de juventud. Puso una bala en el tambor de la pistola, la colocó en la sien y le dio al gatillo. Tuvo suerte. Se produjo entonces uno de esos milagros irónicos que pueblan sus novelas. Siguió vivo, superado a golpe de adrenalina el primero de los estados depresivos que arrastraría durante años. Pero esa experiencia que hizo que los padres enviaran al complicado adolescente al psiquiatra produjo algo bueno para la literatura. El médico pidió a Greene que escribiera sus sueños y este, a partir de aquel momento, lo hizo escrupulosamente a lo largo de toda su vida.
Quizá por esa importancia, poco antes de morir, en 1991, en Vevey, Suiza, Greene se dedicó a revisar sus cuadernos recogidos entre 1965 y 1989, y le pidió a su última compañera sentimental, Yvonne Cloetta, que dejara la selección lista para ser publicada. Le puso el título Un mundo propio y como tal ha sido editada por el pequeño sello La uña rota. Para Greene anotar sus sueños fue mucho más que una terapia. Fue un lugar protegido, un laboratorio secreto fundamental en el proceso de su escritura. Algunos títulos, tramas e incluso cuentos enteros nacen de sus sueños, algo nada extraño en la historia de la literatura porque Coleridge, es sabido, soñó su poema Kublai Kan para luego olvidarlo y reescribirlo de memoria.
Un mundo propio -Greene llama así este mundo inconsciente oponiéndolo al consciente- es, a decir del autor, una especie de autobiografía esquinada. No hay apenas pesadillas en la selección o el autor no las consigna, como deja voluntariamente fuera -gran pecador y torturado católico- sus sueños eróticos. «No deseo involucrar a quien he amado». Sí hay mucha felicidad y mucho humor en sus historias nocturnas. Recoge sueños sobre grandes escritores, todos muertos, con anécdotas banales y un punto irónicas. A Robert Graves le pregunta si recuerda su único poemario (de Greene) Abril balbuciente, del que Graves solo salvó un poema. «Y con picardía añadí: Ahora se subasta a un precio más alto que tu primer poemario». No hace falta acudir a Freud para darle sentido. Entre los autores convocados están Cocteau, Ford Madox Ford, Auden, Eliot, Sartre y Solzhenitsyn.
Otros capítulos se refieren a las experiencias de espionaje en el MI6 -y cuyas conexiones según algunos biógrafos mantuvo hasta el final de su vida- donde se detalla un intento de asesinar a Goebbels (cuya descripción más bien parecería una escena de El tercer hombre), a encontronazos oníricos con estadistas y políticos a los que no llegó a conocer, a excepción de François Mitterrand, Fidel Castro y Ho-Chí Minh (que le cayeron bien) junto a miedos y terrores recurrentes como que en los años 60 se reactivara el peligro de una invasión alemana a Inglaterra,
En uno de sus sueños, Greene se recordó escribiendo un poema sobre su propia muerte: «Aguardo mi final / como los niños la merienda».