EL GOLEM: "Un teatro filosófico e intelectual de elevadísima altura, de necesaria lectura", por González Subías"
EL GOLEM: "Un teatro filosófico e intelectual de elevadísima altura, de necesaria lectura", por González Subías"
El Golem, un viaje hacia las profundidades de la identidad, entre la ciencia ficción y el thriller filosófico
De una elevada complejidad conceptual, prolija en referencias culturales y científicas, en las que las matemáticas y la filosofía se miran y encuentran en el mismo espejo donde se ha reflejado el autor durante buena parte de su vida, la obra nos sitúa en un cúmulo de espacios interiores -siempre el mismo y otros-, pertenecientes todos ellos a un extraño hospital en el que se lleva cabo un inquietante experimento, ligado a las palabras -y su memorización-, capaz de modificar la conducta de los individuos.
Nos encontramos ante un thriller psicológico a caballo entre la ciencia ficción y el universo borgiano (Borges tiene también un célebre poema dedicado a "El golem"), con una estructura dramática lineal, tres únicos personajes, espacios diversos pero siempre el mismo, y una extensión temporal imprecisa, en el que una joven, Felicia, aguarda la recuperación de su pareja, Ismael, hospitalizado desde hace tiempo. En un entorno hostil que sugiere revueltas sociales, algún grave conflicto o extrema situación -la pandemia y el confinamiento de 2020 se hallan tras esta reescritura de un texto creado, según confiesa el autor, hace algunos años- que ha obligado a expulsar de los hospitales a los pacientes que no pueden sufragar su atención, Felicia tiene la posibilidad de mantener a Ismael en el centro, a cambio de memorizar un texto, unas palabras sin sentido inicialmente para ella; pero que, a medida que estas cobran vida en su interior, la irán transformando en otra persona. Salinas será la artífice de una siniestra trama inspirada por el amor más allá de la muerte, en que la palabra se convierte en la verdadera protagonista.
Un texto de tan alta densidad intelectual, de factura literaria -teatro de palabra y, más que apropiado para ser leído, de necesaria lectura-, de más de dos ininterrumpidas horas de duración, requiere las mejores dotes interpretativas y el planteamiento escénico de una figura como Alfredo Sanzol para sacar a la historia su mejor partido escénico. Y así consideramos lo hace de nuevo el director, apoyado en esta ocasión en el magnífico trabajo de tres excelentes actores: Elena González (Salinas), Elías González (Ismael) y Vicky Luengo (Felicia). Especialmente en esta última, que acapara por méritos propios la acción y vuelca sobre el escenario un verdadero torrente de buen hacer actoral, en todos los aspectos; destacando el de un dominio corporal (gran trabajo, en el diseño del movimiento escénico, de Amaya Galeote) con el que protagonizó algunos de los mejores momentos de la pieza. Un trabajo, en nuestra opinión, digno de premio.