"Daniel Montero, libros sin letras y criaturas imposibles". El Mundo
"Daniel Montero, libros sin letras y criaturas imposibles". El Mundo
A Daniel Montero Galán le costó mucho arrancar a hablar. Estaba a punto de cumplir los tres años y todavía no conseguía comunicarse bien. De regalo por su cumpleaños quería un fuerte de vaqueros que lucía en el escaparate de una juguetería cerca de su casa, pero no sabía cómo explicarlo con palabras. Así que lo dibujó con todo detalle, bisontes y caballos incluidos, para que su madre supiera que eso era lo que más le ilusión le hacía. «Ése fue el primer premio que recibí por mis dibujos», comenta entre risas el que hoy es un ilustrador profesional con más de una década de experiencia a sus espaldas.
Pero, como le gusta hacer con sus proyectos más personales, en los que se plantea retos y subvierte las normas, le da la vuelta a la pregunta. «De niños todos dibujamos. Así que la pregunta no sería cuándo empecé yo, sino cuándo paró el resto. Yo soy de los que siguió haciéndolo y desde entonces no he parado. No hay día que no dibuje algo».
Madrid Río, su oficina al aire libre
Cuando su estudio casero se le queda pequeño o necesita buscar inspiración, Montero acude a lo que él llama «sus oficinas» al aire libre, varias mesas del entorno de Madrid Río y la Casa de Campo. Busca lugares tranquilos en los que realizar sus bocetos y dibujos a mano, en sus cuadernos o directamente en las cartulinas a las que van llegando las formas y los colores gracias a las acuarelas y rotuladores, los materiales más habituales en sus trabajos.
El ordenador sólo entra en juego en la última fase: «intento usarlo lo menos posible, aunque hay veces que te soluciona la vida. Cuando lo cojo es porque tengo muy claro qué es lo que quiero hacer con él. Ofrece tantas opciones y posibilidades que me pierdo, se me pasan las horas decidiendo si queda mejor una cosa u otra. Si estoy con rotuladores y cartulina y solo tengo cuatro colores... eso es lo que hay». De hecho, de un tiempo a esta parte se auto impone limitaciones, como usar sólo líneas rectas o un número determinado de elementos por página. «Es una manera de no aburrirme y fomentar la creatividad», resume.
Ha ilustrado más de una decena de libros infantiles de otros autores (ahora mismo prepara un encargo de la colección de SM El barco de vapor), pero del que más orgulloso está es de su primer gran proyecto personal, El Zooilógico, un bestiario de animales escrito, diseñado, ilustrado y maquetado por él mismo. «Fue un libro arriesgado y muy trabajoso, pero también fue el primero de los que hice que funcionó bastante bien, así que eso me reafirmó como autor y me permitió no tener esa desagradable sensación de estar obligado a seguir modas o tendencias para vender más». Desde entonces, ha rehuido del encasillamiento y, además de libros infantiles, también ilustra portadas, carteles y discos, e imparte clases de dibujo.
Las cubiertas de los libros del dramaturgo Juan Mayorga de la editorial La uÑa RoTa llevan su inconfundible sello, el de un soñador que, según reza la biografía de su web, «mantiene un pacto con sus dibujos: ellos viven gracias a él y él vive de ellos».