Celeste, llamada anteriormente Mauricio González, fue bailarín «de-formado» en danza académica en Las Palmas, Madrid y Zaragoza. De 1980 a 1992 trabajó como intérprete en el Ballet de Zaragoza, Ballet Royal de Wallonie (Bélgica) y Ballet Nacional de España, donde interpretó papeles solistas y principales. A partir de 1993, firma sus propios trabajos lejos del lenguaje académico. En 2015 recibe el Premio de la Crítica de Cataluña en la categoría de «mejor solo de danza» por el espectáculo Wakefield Poole: visiones y revisiones.

«Oficialmente soy Celeste desde mayo de 2018, cuando el Estado español me otorga un nuevo dni con el nombre y el sexo cambiados. El Estado español no admite que una persona tenga un nombre femenino habiendo tenido uno masculino, ni una identidad femenina habiendo tenido una masculina, si antes no destruye la partida de nacimiento y crea una nueva antidata. El Estado no reconoce la disidencia de género. Por lo que ahora, según las autoridades, yo nací mujer y me bautizaron Celeste. Siendo así, ¿cómo pudo Celeste estudiar en el colegio de los Jesuitas? ¿A cuento de qué la llamaron para hacer el servicio militar? ¿Cómo pudo ser que se cambiara en el vestuario de hombres? ¿Y que fuera partenaire, ente otras, de la Plisetskaya? “Tú engañas porque parece que haces lo que no haces”, me dijo María de Ávila. ¿Habré sido siempre una impostora?». 

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Regina Fiz Santos, nacida en el norte de Portugal, emigra a Brasil con su familia cuando tiene seis años. A los diecisiete regresa a Europa. Londres, Lisboa y Madrid son ciudades donde Regina se convierte, en poco tiempo, en un personaje indispen­sable de la noche. Pronto entra en contacto con artistas que despiertan su curiosidad y atraen su atención hacia movimientos como la «postpornografía» y el «arte queer». Actualmente es muy difícil encontrarla en la noche, pero su nombre aparece unido, cada vez con mayor frecuencia, al de creadores de renombre internacional.

«Regina es un resultado y también un proceso. Es el resultado de una experiencia de vida en constante lucha conmigo misma y con las normas. La rebelión contra mi cuerpo y lo que me rodea me lleva a la aceptación de la lucha hasta convertirla en proceso. Afirmar mi identidad es un problema que se transforma en lucha política. Mis piezas son una búsqueda: a través de ellas me defino, descubro mi sexualidad, los signos que me habitan, los fetiches, los monstruos que respiro… Me gusta colaborar con otros artistas, buscar nexos y apoyarnos mutuamente para dar forma a nuestras necesidades. El espacio, los espacios, se habitan y se construyen desde un diálogo común y compartido. Muestro mi cuerpo, mi sexualidad, mi espacio más íntimo, habitado desde lo privado y en comunión compartida con el espectador».

 

*Dibujo de Carla Berrocal